por Allan C. Park
Investigadores europeos han demostrado que los instigadores de la gran empresa multicultural luchan contra la naturaleza. El New York Times informó sobre un estudio holandés que determinó científicamente que el etnocentrismo (la preferencia por el “grupo propio”) es natural, tanto química como biológicamente.
La hormona oxitocina ha sido llamada “la hormona del acurrucamiento”, porque el hipotálamo la libera durante la cópula sexual, amamantamiento y el parto, entre otros momentos. Este neuropéptido es conocido por crear un sentimiento de lazo con las niños, romance entre adultos y confianza entre la sociedad. Pero nuevas investigaciones han descubierto que la oxitocina asegura que los seres humanos extienden su simpatía dentro de claros límites étnicos.
El New York Times describe “El lado oscuro de la oxitocina, la hormona del amor”:
El amor y la confianza que promueve no son hacia el mundo en general, sino sólo hacia el grupo de una persona. Psicólogos que han tratado de especificar su función han concluido que es un agente del etnocentrismo.
El descubrimiento es el resultado de extensivas pruebas llevadas a cabo por un grupo de psicólogos holandeses liderados por el Dr. Carsten K.W De Dreu de la Universidad de Amsterdam. Su artículo “La oxitocina promueve el etnocentrismo humano” fue publicado en internet hace pocos días. “El Etnocentrismo es una parte muy básica de los humanos, no es algo que podamos cambiar con la educación”, concluyó De Dreu.
El equipo hizo que hombres holandeses inhalaran una bocanada de oxitocina o de placebo 40 minutos antes de enfrascarse en una serie de pruebas diseñadas para medir sus sentimientos hacia miembros del grupo propio y del grupo ajeno, “nosotros” y “ellos”. Los psicólogos les pidieron que respondieran presionando un botón cuando vieran un par de nombres, encontrando que los que habían recibido oxitocina respondieron más ágilmente cuando se incluía un nombre holandés antes que uno árabe o alemán. La duda reflejaba una aversión hacia el grupo ajeno.
Luego, el grupo tomó dos pruebas de dilema moral, diciéndoseles que podrían salvar la vida de muchas personas haciendo que una fuese arrollada por un tren. Los psicólogos variaron el nombre de la víctima artificial entre apellidos holandeses, alemanes y árabes. Como el New York Times lo dice, “Los sujetos que habían tomado oxitocina estaban más gustosos a sacrificar a los Mohammeds que a los Maartens.”
Los investigadores apuntaron que esto no era causado por una incrementada hostilidad hacia las minorías, sino que por una mayor lealtad hacia su propio grupo étnico, pero reconocieron el rol de la hormona en incitar un instinto protector cuando alguien se sentía amenazado por un miembro de un grupo ajeno, así como de otra etnia.
Este estudio se construyó sobre experimentos que el Dr. Dreu realizó y analizó en junio del año 2010. “Nuestro estudio muestra que la oxitocina no sólo juega un rol en modular la cooperación y la benevolencia, sino que también en provocar agresión.”, declaró De Dreu. A través de 3 pruebas, concluyó que la gente estaba menos presta a compartir recursos financieros con aquellos que pertenecían a un grupo ajeno. En una actualización del dilema del prisionero, los estudiantes que recibieron oxitocina se negaron a cooperar con miembros de un grupo ajeno debido al miedo de que otro grupo quebrara el acuerdo y los despojara de su parentela. A mayor amenaza de daño, más dispuesto estaba el grupo a atacar a los foráneos para protegerse.
Dar a los soldados una dosis de oxitocina “podría hacerlos más cooperativos hacia sus camaradas, estando dispuesto incluso a sacrificarse”, sostuvo De Dreu, “pero ha de hacerlos más tendientes a lanzar un ataque contra el ejército oponente, siendo un aumento en la escala del conflicto la consecuencia más probable.”
Significativamente, la misma prueba no encontró que la aumentada solidaridad étnica condujera a ofensivas no provocadas. Incluso cuando se ofrecían mayores recompensas por dañar a aquellos que no los habían atacado, el grupo se resistió. De Dreu escribe, “Los resultados muestran que la oxitocina conduce a una respuesta defensiva que promueve la confianza y cooperación dentro del grupo, y una defensiva, no ofensiva, agresión hacia los grupos rivales.”
Así que, a pesar de la caricatura del blanco consciente racialmente que liquida a sus vecinos, la realidad biológica es que la solidaridad étnica promueve la cohesión, el altruismo y la protección para los de su propio tipo.
Lo mejor que el Times pudo reseñar a vía de refutación es al Dr. Bruno B. Averbeck, “un experto en procesos emocionales cerebrales del National Institute of Mental Health” (Instituto Nacional de Salud Mental). Él da una hipótesis sobre que los efectos de la oxitocina sólo se aplican en los casos en que los individuos no tienen información sobre el grupo ajeno y, una vez que los grupos ajenos son entidades conocidas, el cerebro puede basarse en un juicio considerado en vez de inclinaciones naturales, subliminales y biológicas. Expresó sorpresa cuando confrontó los hechos. “Es sorprendente que este neurotransmisor pueda afectar tan específicamente a estas conductas sociales”, sostuvo.
Este nuevo descubrimiento científico muestra que la causa del etnocentrismo es estructurada e inevitable. Los disidentes de la diversidad pueden no haber conocido el ímpetu neurológico del que solamente honestos observadores han conocido sus límites, en una constante universal. Luchando en contra del funcionamiento de la biología humana, el multiculturalismo promueve el régimen anti-racista de rigor en las cosmopolitas sociedades occidentales a través del adoctrinamiento escolar, propaganda televisiva y entrenamiento sensitivo. La oxitocina puede activar el Sub-Racismo descrito por Colin Liddell.
Los resultados del Dr. De Dreu sugieren que la causa multiétnica está perdida, porque gente de todas las razas las rechaza a un nivel subconsciente y químico. Una cantidad expansiva de grupos minoritarios disminuyen el altruismo, provocan desconfianza, y hacen que las diferencias sociales se profundicen y se hagan permanentes. Promover el contacto interracial significa promover conflictos.
El Dr. De Dreu cree que este instinto se desarrolló durante la evolución. Sostuvo, “En el ambiente ancestral era muy importante para la gente detectar en otros si estos tenían un compromiso a largo plazo con el grupo.” Esto se hace más verdadero hoy, cuando los ciudadanos en Occidente se encuentran rodeados cada vez más por grupos étnicos minoritarios altamente cohesivos y relativamente impermeables, que esgrimen motivos de quejas históricas contra ellos. La oxitocina trabaja para ambos lados.
Parece ser que la única manera de prevenir una conflagración racial es usar nuestros cerebros.
Publicado en Fuerza Nacional-Identitaria (Chile)
Traducción por Sebastián Vera.
Original article: Nationalism is Natural!
La hormona oxitocina ha sido llamada “la hormona del acurrucamiento”, porque el hipotálamo la libera durante la cópula sexual, amamantamiento y el parto, entre otros momentos. Este neuropéptido es conocido por crear un sentimiento de lazo con las niños, romance entre adultos y confianza entre la sociedad. Pero nuevas investigaciones han descubierto que la oxitocina asegura que los seres humanos extienden su simpatía dentro de claros límites étnicos.
El New York Times describe “El lado oscuro de la oxitocina, la hormona del amor”:
El amor y la confianza que promueve no son hacia el mundo en general, sino sólo hacia el grupo de una persona. Psicólogos que han tratado de especificar su función han concluido que es un agente del etnocentrismo.
El descubrimiento es el resultado de extensivas pruebas llevadas a cabo por un grupo de psicólogos holandeses liderados por el Dr. Carsten K.W De Dreu de la Universidad de Amsterdam. Su artículo “La oxitocina promueve el etnocentrismo humano” fue publicado en internet hace pocos días. “El Etnocentrismo es una parte muy básica de los humanos, no es algo que podamos cambiar con la educación”, concluyó De Dreu.
El equipo hizo que hombres holandeses inhalaran una bocanada de oxitocina o de placebo 40 minutos antes de enfrascarse en una serie de pruebas diseñadas para medir sus sentimientos hacia miembros del grupo propio y del grupo ajeno, “nosotros” y “ellos”. Los psicólogos les pidieron que respondieran presionando un botón cuando vieran un par de nombres, encontrando que los que habían recibido oxitocina respondieron más ágilmente cuando se incluía un nombre holandés antes que uno árabe o alemán. La duda reflejaba una aversión hacia el grupo ajeno.
Luego, el grupo tomó dos pruebas de dilema moral, diciéndoseles que podrían salvar la vida de muchas personas haciendo que una fuese arrollada por un tren. Los psicólogos variaron el nombre de la víctima artificial entre apellidos holandeses, alemanes y árabes. Como el New York Times lo dice, “Los sujetos que habían tomado oxitocina estaban más gustosos a sacrificar a los Mohammeds que a los Maartens.”
Los investigadores apuntaron que esto no era causado por una incrementada hostilidad hacia las minorías, sino que por una mayor lealtad hacia su propio grupo étnico, pero reconocieron el rol de la hormona en incitar un instinto protector cuando alguien se sentía amenazado por un miembro de un grupo ajeno, así como de otra etnia.
Este estudio se construyó sobre experimentos que el Dr. Dreu realizó y analizó en junio del año 2010. “Nuestro estudio muestra que la oxitocina no sólo juega un rol en modular la cooperación y la benevolencia, sino que también en provocar agresión.”, declaró De Dreu. A través de 3 pruebas, concluyó que la gente estaba menos presta a compartir recursos financieros con aquellos que pertenecían a un grupo ajeno. En una actualización del dilema del prisionero, los estudiantes que recibieron oxitocina se negaron a cooperar con miembros de un grupo ajeno debido al miedo de que otro grupo quebrara el acuerdo y los despojara de su parentela. A mayor amenaza de daño, más dispuesto estaba el grupo a atacar a los foráneos para protegerse.
Dar a los soldados una dosis de oxitocina “podría hacerlos más cooperativos hacia sus camaradas, estando dispuesto incluso a sacrificarse”, sostuvo De Dreu, “pero ha de hacerlos más tendientes a lanzar un ataque contra el ejército oponente, siendo un aumento en la escala del conflicto la consecuencia más probable.”
Significativamente, la misma prueba no encontró que la aumentada solidaridad étnica condujera a ofensivas no provocadas. Incluso cuando se ofrecían mayores recompensas por dañar a aquellos que no los habían atacado, el grupo se resistió. De Dreu escribe, “Los resultados muestran que la oxitocina conduce a una respuesta defensiva que promueve la confianza y cooperación dentro del grupo, y una defensiva, no ofensiva, agresión hacia los grupos rivales.”
Así que, a pesar de la caricatura del blanco consciente racialmente que liquida a sus vecinos, la realidad biológica es que la solidaridad étnica promueve la cohesión, el altruismo y la protección para los de su propio tipo.
Lo mejor que el Times pudo reseñar a vía de refutación es al Dr. Bruno B. Averbeck, “un experto en procesos emocionales cerebrales del National Institute of Mental Health” (Instituto Nacional de Salud Mental). Él da una hipótesis sobre que los efectos de la oxitocina sólo se aplican en los casos en que los individuos no tienen información sobre el grupo ajeno y, una vez que los grupos ajenos son entidades conocidas, el cerebro puede basarse en un juicio considerado en vez de inclinaciones naturales, subliminales y biológicas. Expresó sorpresa cuando confrontó los hechos. “Es sorprendente que este neurotransmisor pueda afectar tan específicamente a estas conductas sociales”, sostuvo.
Este nuevo descubrimiento científico muestra que la causa del etnocentrismo es estructurada e inevitable. Los disidentes de la diversidad pueden no haber conocido el ímpetu neurológico del que solamente honestos observadores han conocido sus límites, en una constante universal. Luchando en contra del funcionamiento de la biología humana, el multiculturalismo promueve el régimen anti-racista de rigor en las cosmopolitas sociedades occidentales a través del adoctrinamiento escolar, propaganda televisiva y entrenamiento sensitivo. La oxitocina puede activar el Sub-Racismo descrito por Colin Liddell.
Los resultados del Dr. De Dreu sugieren que la causa multiétnica está perdida, porque gente de todas las razas las rechaza a un nivel subconsciente y químico. Una cantidad expansiva de grupos minoritarios disminuyen el altruismo, provocan desconfianza, y hacen que las diferencias sociales se profundicen y se hagan permanentes. Promover el contacto interracial significa promover conflictos.
El Dr. De Dreu cree que este instinto se desarrolló durante la evolución. Sostuvo, “En el ambiente ancestral era muy importante para la gente detectar en otros si estos tenían un compromiso a largo plazo con el grupo.” Esto se hace más verdadero hoy, cuando los ciudadanos en Occidente se encuentran rodeados cada vez más por grupos étnicos minoritarios altamente cohesivos y relativamente impermeables, que esgrimen motivos de quejas históricas contra ellos. La oxitocina trabaja para ambos lados.
Parece ser que la única manera de prevenir una conflagración racial es usar nuestros cerebros.
Publicado en Fuerza Nacional-Identitaria (Chile)
Traducción por Sebastián Vera.
Original article: Nationalism is Natural!